"Tarde te amé, Oh Belleza siempre antigua, siempre nueva. Tarde te amé.
Tú me has llamado, y me has llamado insistentemente, y has suprimido mi sordera.
Tu has brillado con luz y has puesto mi ceguera a volar! Tu has emanado fragancia, y me he quedado sin aliento, y he suspirado por ti.
Te he conocido, y he tenido hambre y sed de Ti. Tú me has tocado, y he sido encendido por tu paz.”
Confesiones de San Agustín, Capítulo 1.