Un 29 de marzo de 2010, sin buscarlo, sin pretenderlo, tan de improviso, una leve caricia rozó nuestras almas e hizo que nuestras vidas cambiaran para siempre. Fue en un tren. Un tren similar y de recorrido igual al que guarda los recuerdos de los últimos segundos de vida de aquellos que la perdieron en la masacre ocurrida en los trenes de Madrid, provocada por unos desalmados, y que siempre estarán en nuestros corazones. Pero en esta ocasión, el destino no iba a ser tan cruel y donde otrora quedaron tantos sueños rotos, ahora germinaban las semillas de un gran y profundo amor entre dos seres que acababan de encontrarse, sin entender lo que les estaba sucediendo. Ahora, después del tiempo transcurrido, sabemos que estábamos predestinados a encontrarnos pues nuestra forma de entender el amor es tan distinta a cómo lo entienden los demás, que estoy convencida de que fuímos creados el uno para el otro. Ya en el siglo XIX, Gustavo Adolfo Bécquer, uno de los autores del Romanticismo español, describió exactamente en la Rima XXIX lo que dos siglos después nos iba a ocurrir a mi amado y a mí: Rima XXIX - Gustavo Adolfo Bécquer Sobre la falda tenía el libro abierto, en mi mejilla tocaban sus rizos negros: no veíamos las letras ninguno, creo, mas guardábamos ambos hondo silencio. ¿Cuánto duró? Ni aún entonces pude saberlo. Sólo sé que no se oía más que el aliento, que apresurado escapaba del labio seco. Sólo sé que nos volvimos los dos a un tiempo y nuestros ojos se hallaron y sonó un beso. Creación de Dante era el libro, era su Infierno. Cuando a él bajamos los ojos yo dije trémulo: ¿Comprendes ya que un poema cabe en un verso? Y ella respondió encendida: ¡Ya lo comprendo!
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